Ana María Janer dedica toda su vida a atender a las personas marginadas de su tiempo: los pobres enfermos e incurables, los apestados, los heridos de guerra, los niños huérfanos, los ancianos solos.
El amor a Dios y al prójimo es el que mueve a esta mujer a actuar, a salir de sí misma para atender la necesidad concreta del otro.
Ella, la madre, nunca se desentiende, de las necesidades ajenas, es fiel a su proyecto de vida "cuidaré de ellos, como una madre cariñosa".
Tiene sus valores firmes desde la perspectiva cristiana, es decidida y serena en el actuar, y los vive con fidelidad porque a través de ellos ve la voluntad de Dios, "siempre y en todo".
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